Imagen destacada Malditos Bastardos. Análisis y crítica cinematográfica. El cine como arma

Malditos Bastardos: el cine como arma

Siendo honestos, el final de la segunda guerra mundial tiene problemas de guion. La idea de que Hitler, lo más cercano a un villano de película en la historia real, muera solo en un búnker apartado del resto de los protagonistas no deja de ser anticlimático. Hitler no fue juzgado, no fue castigado, no hay nada simbólico en su muerte más allá del cliché de la soledad del poder.

Entonces tenemos a Quentin Tarantino, quien vio la realidad y decidió que podía hacerlo mejor. Malditos Bastardos (2009) es muchas cosas, pero claramente no es un relato cercano a la realidad. Si bien el director toma varios hechos reales -la ocupación nazi de Francia, los escuadrones de guerrilla usados por los aliados para atacar en esas zonas, la personalidad teatral de Hitler y Goebbels-, su objetivo no es una lección de historia sino darle al cine y a los judíos la venganza que merecían sobre los nazis.

La ficción hace justicia en Malditos Bastardos

Esvástica tatuada en la frente de la película Malditos Bastardos. Cultugrafía. Crítica de cine

Malditos Bastardos cuenta la historia de un escuadrón de judíos liderados por el teniente primero Aldo Raine, un impecable y caricaturesco Brad Pitt. Miembros del ejército norteamericano con una única misión: «matar nazis» de la manera más violenta posible. El trabajo de los bastardos es crear miedo entre las filas enemigas, que los nazis sepan que hay quienes están dispuestos a hacerles a ellos las mismas atrocidades que se ven en campos de concentración. Los bastardos son el espectro de la ira justa, que no permitirán que los monstruos de la historia salgan ilesos, o escapen de sus pecados cuando acabe la guerra. Por supuesto que Tarantino siendo Tarantino deja el recordatorio de las atrocidades nazis en la frente de los culpables, además argumentando que es su «obra maestra».

Sin embargo, el filme no son dos horas de los Bastardos matando nazis a batazos, y aunque eso pudo ser divertido, es bastante más que eso. La película cuenta paralelamente la historia de una refugiada judía dueña de un cine en la París ocupada, de un soldado alemán convertido por Goebbels en estrella de cine, un crítico convertido en espía por Churchill y finalmente el propio Führer. Todos estos chocando en el estreno del nuevo filme de propaganda nazi.

Goebbels y Hitler en película de Tarantino.

Es posible que al ver esta lista de personajes y puntos argumentales parezca que hay un importante énfasis en el cine para ser una película sobre la guerra. No es casual. La gran obsesión de Tarantino como director siempre ha sido el cine en sí mismo. Desde su debut en Reservoir Dogs (1992) hasta la más reciente Érase una vez en Hollywood (2019), el cineasta ha construido un lenguaje basándose en el cine que veía en su infancia, y su trabajo sobre la Segunda Guerra Mundial no es la excepción. 

Tarantino sigue el ejemplo de algunas de la películas más icónicas del cine clase B de la Segunda Guerra Mundial, de hecho el título en inglés, Inglorious Basterds, sale de una película italiana de 1978 que tiene más en común con los Spaghetti Westerns que con trabajos como Salvar al soldado Ryan (1998) de Steven Spielberg o El pianista (2002) de Roman Polański. Es apropiado que de allí salgan entonces los clichés de la película y la violencia de Malditos Bastardos, pero es también lo que le permite al director y guionista tomar su mayor licencia creativa: matar a Hitler.

Malditos bastardos y el poder del cine

Parece una tontería, una simple manera de sorprender al espectador, quizás una pequeña catarsis para el occidente que nunca pudo castigar al Führer. Pero en el fondo hay suficientes motivos para pensar que Tarantino tiene otras cosas en mente. No solo es la suma de dos conspiraciones judías las que consiguen eliminar a Hitler (lo que ya sería suficiente para justificar el cambio) sino que lo hacen en un cine. 

Shosanna Dreyfus de la película Malditos Bastardos interpretada por Melanie Laurent. Crítica de cine

Es complicado entenderlo la primera vez pero, más que un filme sobre violencia o nazis, el director y guionista hizo un trabajo sobre el poder del cine. En la película Shosanna Dreyfus, una revelación en manos de Melanie Laurent, se encuentra en la situación de hospedar un estreno de Goebbels. Sabiendo que toda la cúpula alemana se encontraría en la sala al mismo tiempo la joven judía decide aprovechar la oportunidad, incendiando el cine usando las cintas de película para eliminarlos a todos. 

Los nazis mueren quemados por el cine, literalmente. Que nadie acuse a Tarantino de ser demasiado sutil

Al mismo tiempo que Dreyfus y su amante Marcel, interpretado por el francés nacido en Burkina Faso Jacky Ido como para lanzar sal en la herida, los Bastardos hacen su propio plan, que también depende del cine. Los organizadores de la operación «Kino» son el crítico de cine convertido en espía  Archie Hicox, un brillante Michael Fassbender y la actriz alemana Bridget von Hammersmark, la mejor versión de Diane Kruger. El plan para matar al líder nazi es creado y trabajado por gente relacionada al cine. Incluso los propios Bastardos parecen salidos de los Doce del patíbulo (1967) de Robert Aldrich o de los filmes de Sergio Leone. 

Archie Hicox interpretado por Michael Fassbender, Bridget von Hammersmark interpretada por Diane Kruger

La violencia en Malditos bastardos

Pero hay una forma más en la que el filme señala a los nazis, aunque un tanto más sutil. Durante su carrera, el creador de Kill Bill (2003), no ha tenido dudas para entregarse a la violencia, pero en este caso está reducida a explosiones muy puntuales, la mayoría después de varios minutos de tensión. 

A pesar de todo, hay una diferencia importante en las tres maneras en las que el filme expresa la violencia. La de los Bastardos, la de la propaganda Nazi y por supuesto la del «cazador de judíos» el carismático y terrible Hans Landa. Una interpretación que le valió un premio de la academia a Christoph Waltz y que parece representar la maldad absoluta en el mundo tarantiniano.

Landa es el villano de la pieza, y su introducción es una de las escenas más memorables. Presionando a un campesino francés para delatar a los judíos que tiene escondido en su casa, el momento es chocante, explosivo y tenso. El director, dejándonos sentir el horror del holocausto antes de dejarnos la catarsis. De hecho, el momento es una de las pocas muestras de violencia nazi antes del tercer acto, y es un contraste importante con los otros dos ejemplos. 

Christoph Waltz interpretando a Hans Landa en Malditos Bastardos. Película de Tarantino

Más adelante en la película podemos ver la violencia de la propaganda nazi. Es un poco insultante incluso ver a los nazis reírse de sus actos, o al menos de la forma en que ellos cuentan sus actos. Tarantino nos recuerda la artificialidad del momento, manteniéndolo en una pantalla en blanco y negro (y dejando que Eli Roth los dirija) e incluso interrumpiendo la escena. Destruir esta violencia artificial es parte de la venganza de Shosanna, que corta la película para incluir su rostro y luego quema la pantalla. 

Finalmente está la violencia cinematográfica de los Bastardos. Exagerada, pero no por eso menos impactante. Las escenas del escuadrón de guerrilla matando nazis están claramente diseñadas alrededor de un western, con la música imitando a Ennio Morricone e inclusive Aldo Raine señalando el parecido -ver a Donnie aplastar la cabeza de Nazis es lo más cercano que tenemos a ir al cine-. Los bastardos usan sus propios medios no solo para eliminar a los fascistas sino para dejarlos marcados. Son los monstruos creados por la violencia real de Landa y compañía. 

Eli Roth y Brad Pitt. Critica y difusión cultural. Cine en Cultugrafía

La película termina siendo un ataque directo por parte de Tarantino. Es una descarga de ira de dos horas contra una de las grandes atrocidades de la historia. Pero el gran mensaje es permitir que el cine sea el que venza al Tercer Reich. 

Es una tesis sobre la capacidad de la cultura para destruir a lo peor de la especie y es complicado no aplaudir cuando la película se declara a sí misma una obra maestra. Tarantino usaría el artificio del cine de nuevo para atacar otros capítulos oscuros de la historia en Django desencadenado (2012) y Érase una vez en Hollywood (2019), pero es complicado generar una catarsis parecida como la de dejar que el cine y los judíos incendien el Tercer Reich.

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