Fotografía de Martin Parr. Turistas fotografiando delante de la Torre de Pisa. ITALY. PISA. THE LEANING TOWER OF PISA. FROM ‘SMALL WORLD’. 1990.
Martin Parr. Italy. Pisa. The leaning Tower of Pisa. From 'Small World'. 1990

Exhibicionismo asimilado. Quien no se expone, queda fuera

Con el nuevo exhibicionismo, el voyerismo ya no nos es nada extraño. Antes, las estrellas eran distantes; lo que las hacía hipnóticas era la distancia, las vidas inalcanzables a las cuales aspirar. Esos sucesos increíbles ya no importan tanto hoy como ver qué tan parecidas a nosotros son esas personas a las que sigue tanta gente.

Niña en el espejo de un escaparate lleno de maniquíes. Fotografía de Petra Collins. El exhibicionismo asimilado
Petra Collins.

Qué hacen en el día a día, sus rutinas básicas, encuentros y desencuentros familiares. Sentimos que estamos viviendo a través de estos personajes y, aunque sepamos que no lo es, se siente real. Al tener menos distancia ficcional nos encariñamos aún más que con un programa tradicional. Los realities consolidaron este fenómeno, sacando sus estrellas a la fama y catapultando sus posteriores negocios; los influencers terminaron de consagrar el culto a la personalidad que estos proponían. Nos atrae la cotidianeidad, la intimidad, y cuanto más mejor.

Pero frente a la novedad, hay algo que pide puntos de contacto más directos, lazos más estrechos. La intriga no se sacia si no que aumenta. Queremos saber absolutamente todo y de todos. Ya no alcanza con ver qué hacen las figuras públicas sino que queremos saber qué hace la persona que tenemos al lado cuando está descansando. La ventana ya no es tan indiscreta. El saber que estábamos viendo algo para lo que no teníamos permiso nos daba placer. Pero levantar la cortina y ver algo supuestamente íntimo nos trae cada vez menos culpa. Ahora tenemos permiso. Miramos a la lejanía y nos sentimos cerca, en el exhibicionismo, algo compartimos.

Índice de contenidos:

El exhibicionismo cotidiano. ¿Qué es un vlog?

Imagen de Tanya Preminger. Window into another world. 1989.
Tanya Preminger: Window into another world (1989).

Los vlogs son vídeos de Youtube que funcionan como registros confesionales al estilo diario íntimo. En primera persona, recorren un día, una semana, registrando los movimientos de sus protagonistas. Herederos del blog, el espacio confesional por excelencia de las últimas dos décadas, los vlogs muestran a sus autores, los vloggers, desayunando, teniendo clases, mirando series con sus novios, lavándose los dientes.

Si Instagram mostraba la mejor versión, la más feliz, los vlogs prometen mostrar el lado b, el mientras tanto. Registran lo más banal, lo más intrascendente. Traen esa sensación de inmediatez y cercanía que viene a darnos ese confort de ver algo igual.

“Anda en búsqueda de novedades continuas, pero también él desea lo reconocible, puntos de anclaje, lazos sentimentales. Si la estelomanía no puede aislarse de los deseos de evasión y sueño, también ella debe remitirse a la necesidad de reencontrar figuras conocidas y amadas en un mundo en mutación perpetua y creciente”.

(Lipovetsky y Serroy, 2014: 233).

Exhibicionismo y expresión compulsiva

Por qué mostrarse, para qué, son preguntas que suenan fuera de lugar, descolocan. Para ser parte hay que exponerse, participar. De la vida social, de una comunidad, del estar. El que no expone algo queda fuera. Cualquier desaparición de las redes sociales principales es leída como una ausencia. Hay comunidades para compartir todo: libros, películas, música. Por default, nuestra actividad es compartida. Es automático, la función que se tiene que buscar en alguna parte de la aplicación no es de compartir si no la de ocultar. Se puede, ¿pero para qué? ¿Qué es lo que se pretende esconder? La transparencia: primero mandato, después compulsión.

Martin Parr. ITALY. PISA. THE LEANING TOWER OF PISA. FROM ‘SMALL WORLD’. 1990. El exhibicionismo de la era moderna
Martin Parr. Italy. Pisa. The leaning Tower of Pisa. From ‘Small World’. 1990

Un impulso frenético a expresarlo todo. En la pura expresión del exhibicionismo no hay afuera ni adentro, mucho menos escucha. Las ganas de decirlo todo, de exorcizarse hasta no dejar nada. Pero no hay nada para sacar porque la distinción no existe: no hay velos que tengan que caer ni cosas por descubrir. No hay privacidad ni secretos. Nada se hace manifiesto porque todo está ahí a la vista.

El espacio privado desaparece

La misma lógica homogeneizante y transparente se aplica al tiempo y al espacio: en la no distinción los espacios privados desaparecen, las ocasiones especiales también. No hay refugios ni lugares a los que llegar, mucho menos momentos de ritual de algún tipo. La casa, el dormitorio, el auto, las reuniones familiares, la noche, los encuentros íntimos ya no están. Si no se separa el ámbito público del privado se juegan las mismas leyes para ambas y todo se mezcla.

El homeoffice hace que se duerma, se coma y se trabaje en el mismo espacio, en las videollamadas los mostramos. Todo pertenece al mismo plano espacio temporal, hay una sola dimensión: ocho-ocho-ocho. El esquema de tiempo laboral descanso ocio que se está cambiando en algunos lugares porque parece injusto es hoy día nostalgia, anhelamos esas reglas que antes nos apretaban. Todo fusionado no deja con menos trabajo ni más tiempo de ocio, mucho menos de descanso. La demanda es total y la dificultad para poner excusas es mayor.

Obra de Santiago licata. Ojos que observan.
Santiago Licata.

Los espacios íntimos son los alternativos, algunos sistemas de suscripción y opciones con elección de interacción dentro de las plataformas masivas son opciones que pertenecen a un corrimiento buscado y hasta nostálgico. Las mayores estrellas no tienen redes o no las manejan. El nuevo lujo es la privacidad, llegar a ser lo suficientemente exitosos para no necesitar de la autopromoción en redes es el máximo anhelo de las figuras públicas. El acto más llamativo es la ausencia.

Excluida de esta narrativa

Las tendencias están pasando al estilo de vida y a las rutinas. No hay tantas fiestas a las que no estamos atendiendo si no modos de ser que no estamos siendo. Una de las grandes tendencias del año pasado fue la del “main character”, generada en Tiktok, usina de tendencias. Esta propone ser el “personaje principal”; de ser el protagonista de tu vida y hacer que todo momento sea digno de una película.

Los videos emulan escenas o montajes donde la protagonista aparece haciendo algo típico de una escena cinematográfica como caminar en la calle con música, bailar a solas en un cuarto o teniendo algún tipo de epifanía. “That girl” le sigue, en este tag, una chica muestra su rutina del día. Todo ordenado, música de fondo, ropa de colores. Yoga por la mañana, un libro por la tarde, cocina vegana: perfecto balance, incluso pasa el tiempo fuera de las redes sociales. Este ideal de chica perfecta, productiva, social, descansada. Rutinas de desayuno, to do lists. La disciplina con buena cara. Es así que nos damos un sentido.

La autoficción o literatura del YO

Espejos en un árbol de Yucatán. Obra de Robert Smithson. Sobre el Exhibicionismo
Robert Smithson, from the Yucatan Mirror Displacements (1969).

La autoficción o literatura del yo, donde el autor es protagonista de su propia historia, ha sido prevaleciente en las últimas tres décadas. Lo que diferencia de la narrativa virtual es que es un momento específico, una decisión cerrada en un tiempo y espacio determinados. Su producción implica una distancia considerable.

Ahora, la autoficción es producida en el momento y constantemente. Filmada durante el día, subida la misma noche. Controlamos qué historia queremos contar, armamos una historia, nada puede salirse de control, controlar cómo nos ven hasta en el último momento es un imperativo. Controlamos la narrativa, pero no hay mucho que narrar o no importa tanto.

La autopercepción es tal que la generación de identidad se convierte en una obsesión. Tanta consciencia hace que nos disociemos de lo externo. Algo de escape de la realidad porque si nadie tiene tanta conciencia sobre sí mismo como la tiene un guionista para saber lo que está haciendo, por qué, que siente cómo la tiene un personaje. Si en los blogs se hacía y después se registraba, ahora se hace a medida que se registra. Famoso y paparazzi al mismo tiempo.

Exhibición sin público

Ahora lo ves, ahora no lo ves. Fotografía de Annika von Hausswolff
Ahora lo ves, ahora no lo ves. Fotografía de Annika von Hausswolff. «Now you see it, now you dont»

No importa la atención ni la interacción con quien mira, sino saber que alguien está mirando.  El comportamiento es inevitablemente distinto si nos sentimos observados, si siempre hay una mirada que pueda validarnos. La necesidad de ser vistos y gratificados lleva a sentir que todo lo que hacemos tiene que tener un valor especular o comercial. Saberse vigilados ya no provoca una sensación de autocontrol sino que es necesidad y gusto.

La simulación y la vigilancia es por y para uno mismo, se convierte en parte de la autorrealización, otro de los imperativos de placer. No hay tiempo para aburrirse. El derecho a la pereza sigue vigente como pedido, solo que la máscara del trabajo que la impedía es la que cambió. Ambos son tan parecidos que es difícil distinguirlos. Todo es productividad, hasta el ocio y el aburrimiento. El espectáculo se tiene que estar produciendo todo el tiempo. ”si no se captura, no se vive”. La vida tiene que ser tan interesante que sea entretenida, incluso el más trivial cansancio. Todo lo que no sea romantizable produce un fuerte vacío.

El aburrimiento es compartido y con eso, tal vez, se alivie un poco. Nunca quisimos sentirnos vacíos y cuanto menos espacio haya para ello mejor. La angustia es cada vez más grande o la soportamos menos. El vacío no se llena con algo externo, ya no se compra o se consume compulsivamente sino que nosotros mismos somos productores, nos ofrecemos y consumimos regurgitándonos.

Me gusta. Like. Obra de Will Sheldon. Sobre el exhibicionismo asimilado y el voyerismo permitido.
Will Sheldon.

«El tiempo de elaboración racional y emocional se halla tan inmensamente reducido que la sociedad parece actuar como en un torbellino”.

(Berardi, 2017: 323).

Exhibicionismo y la excitación al saberse mirados

No hay tiempo ni manera no mediada para escuchar, sentir o procesar; ni el mundo exterior ni a los otros. El propio cuerpo saturado y sobreestimulado es difícil de reconocer, y reconocer a otro por fuera de la proyección lo es aún más.

“El punto principal de este proceso de desensibilización es la reproducción del tiempo disponible para la elaboración de las emociones”

(Berardi, 2017: 99).

En el terror al encuentro con lo material no hay lugar para resonancia alguna ni encuentro con la alteridad, solo pánico. Si la alteridad se difumina, las fronteras frente al otro se disipan borrando los reflejos; nuestra existencia en sí es nebulosa. Solo queda mostrarse compulsivamente esperando algún reconocimiento que defina. El propio deseo no importa tanto como parecer deseable para alguien, en algún sentido.

Fotografía antigua de Auguste Belloc (1858). Mujer recostada, de espaldas y desnuda. Forma parte del exhibicionismo asimilado de la era moderna.
Fotografía de Auguste Belloc (1858).

El exhibicionismo no distingue destinatario. Hay una excitación al saberse mirados, pero lo que menos importa es saber quién está del otro lado. Enrostrar todo perdiendo las tensiones, entre tantas miradas no hay ninguna. Si el otro no existe, yo tampoco. Todo es presentación en una vidriera con vidrios polarizados. Un grito que exige esa distinción, pero el teatro está vacío.

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Bibliografía: