k lache. Escribir Mal. Conversación de Whatsapp

Aprende a escribir MAL. La influencia del inglés, Google y el SEO

Estaremos todos de acuerdo en que evidentemente sí, escribir bien consiste en no cometer faltas de ortografía, en utilizar correctamente las reglas de la gramática normativa y en redactar bien. No vale como excusa que escribamos saltándonos la norma porque estemos haciéndolo para un medio de escritura inmediata (las redes sociales, el Whatsapp, etc.) o con un fin para el que creamos innecesario respetar nuestra lengua. A veces las modas y las tendencias consisten en ignorar la ortografía.

k lache. Escribir Mal. Conversación de Whatsapp

«Si no manejas los instrumentos de la expresión, terminas empobreciendo tu pensamiento o al menos su transmisión. Escribir y hablar bien sirve para expresar mejor tus ideas, no es un capricho»

(Llamazares, 2018).

Somos lo que comemos, somos lo que escribimos, somos lo que leemos

John Williams no compondría sus partituras como lo hace si no hubiera existido la música de Richard Wagner o de Bernard Herrmann, de la misma manera que el cine de Steven Spielberg no sería el mismo sin Alfred Hitchcock. Pero sobre todo, ninguno sería lo que es si no tuvieran pulidas las herramientas de su lenguaje. Es la gramática común entre Williams y Wagner y entre Hitchcock y Spielberg lo que permite a los nuevos creadores comprender cómo compusieron o dirigieron sus maestros y lo que les permite crear un nuevo estilo.  

Somos lo que comemos, y al igual que un compositor creará a partir del conjunto musical que albergue en su memoria y subconsciente, entre otros factores; o que un director de cine filmará películas acordes a su cultura narrativa y visual; un escritor jamás podrá escribir bien si destruye continuamente en su día a día la norma, sea mediante abreviaturas o mediante faltas de ortografía, tan solo por tendencia o porque tenga prisa. No, no y no. Cuesta imaginar a Alba Rico o a Juan Abarca cometiendo faltas de ortografía al escribir mal por WhatsApp, incluso si se dirigen a su sobrinito, el cual no va a percibir que ha conjugado el verbo haber sin hache o que se le ha colado una coma entre sujeto y predicado.

Pero a lo mejor estamos precipitándonos en el juicio. ¿Y si no fuera cosa de la educación en las aulas? En el artículo de El País discuten los partidarios del dictado (el mejor modo para que los alumnos interioricen una atención permanente) o la lectura (el mejor modo de fijarse en la correcta escritura). Hay batallas doctrinales al respecto en cada ley educativa. Pero nosotros nos hemos encontrado casos de personas con mejor ortografía en el colegio que en la universidad. ¿Cómo se puede llegar a la universidad cometiendo faltas de ortografía? O incluso, ¿Cómo puede alguien estropearse y comenzar a escribir mal?

Antes, había que escribir acortando caracteres para que no te acortaran a ti el saldo

Seguro que afectan las prisas en la escritura, que esa tendencia de “mientras me entiendan no importa” es fatal, pero ¿y si fuera más que una moda? En los SMS todos escribíamos incorrectamente. Había que acortar caracteres para que no te acortarán a ti el saldo. Era una escritura de excepción y las faltas a menudo se cometían conscientemente. ¿Quién no escribió correctamente un SMS para luego tener que recortar caracteres? Esos tiempos han pasado y ahora la mensajería instantánea se ha alargado, en los usos y en los caracteres. Ya no hay que recortar en ortografía pero cometemos más faltas que nunca. ¿Y si fuera otro caso de la frase de McLuhan? “El medio es el mensaje”.

Understanding Media the extensions of man. Libro de Marshal McLuhan donde dejó su célebre frase: El medio es el mensaje.
Portada de Understanding Media, The extensions of man. Libro donde Marshall Mcluhan dejó su célebre frase: «El medio es el mensaje».

Detrás del WhatsApp y las aplicaciones de mensajería instantánea hay una revolución de la escritura. Tenemos conversaciones instantáneas, un tipo de conversaciones que pertenecen a la lengua oral donde la ortografía no importa y la gramática se llena de anacolutos, de dudas, de frases que comienzan sin saber cuál va a ser su final y se reescriben así misma en la cadena interrumpida del habla. No son solo las prisas, la herramienta potencia el descuido de la escritura. Ante esto solo queda tomar conciencia y hacer un esfuerzo y fomentar prácticas de escritura complementarias a la mensajería instantánea. ¡Qué pena que ya nadie se escriba cartas! Porque sí, somos lo que escribimos y, sobre todo, cómo escribimos.

Esto nos lleva directamente a la pregunta de si escribir bien tiene que ver con conectar con el lector o transmitir la información de la manera más eficaz posible. Tan fácil como que dependerá de quién sea el lector. Si eres instagramer y tienes como público a un puñado de adolescentes, es muy probable que escribir mal te ayude a conseguir más seguidores y por lo tanto, a ganar más dinero; pero en cambio, si eres el editor de una revista científica, más te valdrá no cometer errores.

Escribir bajo la influencia del inglés, de Google y del SEO

Respecto a la influencia nefasta del inglés de la que habla la académica Carme Riera, no le quitamos razón, puede que hasta sea benévola, ya que existe una enorme presión derivada de la sintaxis inglesa. Parece ser que es aconsejable (por no decir obligado) el uso de frases y párrafos cortos y, en general, un estilo más nominal que verbal. ¿El responsable? El todopoderoso Google. De nuevo, el medio es el mensaje. Y es que los plugins de Optimización para Motores de Búsqueda (el famoso SEO), empuja a los editores de blogs, revistas digitales y demás webs a escribir utilizando frases y párrafos cortos, a elegir cuidadosamente la palabra clave -obligándolos a repetirlas más de lo deseado- y a elegir títulos y subtítulos que les asegure el clickbait (qué difícil es huir de los extranjerismos). Ya no es una cuestión de estilo, sino de dogma, como si la lengua latina tuviera que entrar de manera forzada en otro molde cultural, el molde de la velocidad, el consumo y lo efímero. Es una lástima que el estilo de toda una generación de escritores venga inevitablemente determinado por la influencia de la multinacional tecnológica.

Como antes decíamos: somos lo que comemos, somos lo que escribimos y somos lo que leemos; y no solo eso, sino que interiorizamos esos mismos patrones y nos los apropiamos cuando nosotros mismos escribimos o incluso cuando leemos. La prosa tuiter de Byung-Chul habría sido dilapidada en la época de Hegel. Internet ha traído malos hábitos de lectura, y esto no lo decimos por purismo, sino por nuestra propia experiencia, ya que cuando leemos desde el móvil o la pantalla que sea, advertimos que somos peores lectores que cuando leemos en papel. Es como si la fugacidad y liquidez exigida por el consumismo y el apetito de contenidos derivados de internet nos hiciera tener prisa sin tener motivo alguno por tenerla.

¿Quién tiene la culpa?

Aprende a escribir mal. Ilustración de trino moreno. ¿Por qué cada vez se tienen más faltas de ortografía.?
Ilustración de Trino Moreno.

Por supuesto, no todo es blanco o negro, sino que hay muchos matices. Tampoco estamos de acuerdo con Llamazares cuando dice que si el joven escribe bien le mirará mal el entorno, debería ser al revés ¿no? Ya que la correcta escritura le debería venir bien a cualquiera para obtener distinción y respeto y no ser un motivo de bullyng. Tampoco con que el problema venga únicamente del sistema educativo… aquí entrarían todos esos grises. Tanto el tipo de centro, aula, profesor, familia y demás agentes socializadores tendrán mucho que ver, pero sobre todo, no podemos olvidar que todos esos elementos estarán sometidos a la influencia de una fuerza latente que se sitúa por encima de cualquier legislación, centro educativo o estatus: el determinismo tecnológico y la mediamorfosis.

Puede que no estuviésemos preparados para la velocidad de internet, las redes sociales o el selfie. Puede que el teclado nos permita escribir más rápido de lo que pensamos o, al menos, del tiempo que necesita una correcta atención a lo que escribimos. Es algo que implica a todo nuestro imaginario y cultura visual, y que impacta sobre toda la comunicación mediada por imágenes, hasta desembocar también en la involución de la escritura y demás experiencias. Desde la entrada en la modernidad, con la expansión de los medios de comunicación de masas, hasta hoy, con la explosión de internet, desde luego, creemos que hemos empeorado y mucho en el uso formal, no solo de la escritura, sino de cualquier forma de comunicación.

Ni tendencia, ni estilo. Escribir mal es escribir mal

Desde luego que un escritor puede romper la norma, ahí está la gracia de la creación, de aportar algo nuevo, de fusionar estilos o incluso de crear uno nuevo, de aportar, al fin y al cabo, un nuevo valor a la cultura y a la humanidad, como hicieron Juan Ramón Jiménez o Albert Cohen, saltándose signos de puntuación o cometiendo faltas de ortografía a conciencia. O como escribe Pascual Martínez al hablar del estilo musical de Screaming Headless Torsos:

¿Cómo podríamos definir el punk jazz? Tal vez, como tener la libertad de romper las reglas siempre que tengamos como resultado algo creativo. […] El punk jazz es otra cosa, como pensaría J. Pastorius, la libertad absoluta para mezclar o fusionar estilos tan dispares como: hip hop, reagee, funk, música africana, latin, heavy metal, rap, soul, rock, etc. Dejando a un lado lo purista y lo ortodoxo, pero como decía al principio sabiendo de dónde vienen y hacia dónde van, con un dominio del jazz claro y latente.

Pascual Martínez, (2021).

Algo muy lejano a los contenidos creados por instagramers y youtubers sin ninguna formación, ofrecidos en sus canales con millones de seguidores y que sin duda alguna, educan (o más bien, corrompen) más que cualquier aula.

Puede que la clave no esté en obligar a los niños a hacer más dictados, tarea engorrosa que ninguno disfruta. Sino quizás adaptar las aulas a todo este nuevo universo de ofrecer contenidos para poder educarles HOY, y olvidar el modelo obsoleto de educación que no hace más que empujar a nuevas generaciones a buscar información, y en definitiva, a aprender en internet, sin que en la mayoría de casos hayan sido equipados -por su familia, aulas, entorno- con las herramientas que les hacen ser críticos y les dotan para tareas tan importantes como saber contrastar información o discernir entre contenidos culturales o contenidos a secas.

Otra historia sería educar a los padres… y no es broma. Deberían existir colegios para ellos.

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Escrito por Sergio Town y Alberto Hernando