Caballo-hombre. La poesía de Alberto Caeiro, el intérprete de la naturaleza.
Personificando a la naturaleza. Obra de J. Barbadilla.

La poesía de Alberto Caeiro, el intérprete de la naturaleza

En un artículo anterior: Pessoa y sus heterónimos. La poesía del guardián de la naturaleza; analizábamos cómo el ser humano debe integrarse en la Naturaleza. En esta segunda parte nos centraremos sobre todo en cuál debe ser el papel de uno de los heterónimos de Pessoa: Alberto Caeiro, en su misión de que sus congéneres puedan formar parte de la Naturaleza como él mismo ha sido capaz de hacerlo para así poder disfrutar de ella.

Camaleon. El hombre interpreta la naturaleza. La poesia de Alberto Caeiro.
El hombre interpreta la naturaleza. Obra de J. Barbadilla.

La naturaleza de Alberto Caeiro es lo que parece ser

Como afirmamos con anterioridad, la Naturaleza es clara, no sólo eso, inútil y pasajera. ¿Dónde debemos procurar esa caracterización? En el hecho incuestionable del universo poético caeiriano: la Naturaleza no pretende ser más de lo que parece ser. La belleza como elemento que no se puede ver u oír, el nombre de cada elemento no existe y que se lo dé el hombre a cambio de la satisfacción propia tiene con fin último que la satisfacción se transforme en una sensación que el hombre percibe, pero si el hombre aprehende esa sensación no es por la existencia de la sensación, sino por la existencia del elemento nominado. Las cosas no son hermosas, tienen simplemente color, forma y existencia.

“Sí, incluso a mí, que vivo solo de vivir,

invisibles, van a tener conmigo las mentiras de los hombres,

ante las cosas,

ante las cosas que simplemente existen.”

A pesar del carácter diáfano de la Naturaleza, el hombre la diviniza, la esencia de la divinización reside en pensarla como ente. Esta interpretación implica tener que usar el lenguaje de los hombres, en darle personalidad. Dar personalidad implica convertirla en persona, pero el hombre olvida consciente o inconscientemente que no lo es, ya que carece de personalidad y de nombre, con este razonamiento, el poeta Alberto Caeiro concluye que la Naturaleza no es divina.

 “Sólo la naturaleza es divina, y no es divina…  nombre

Si a veces hablo de ella como una

es sólo que, para hablar de ella, necesito usar el lenguaje de los hombres.

Eso les da personalidad a las cosas,

y nombra cosas. 

Pero las cosas no tienen nombre ni personalidad:

Existen, y el cielo es grande y la tierra ancha,

y nuestro corazón del tamaño de un puño cerrado…

 Bendito sea yo por todo lo que no sé.

Disfruto de todo esto como quién sabe que está el sol.”

Caballo-hombre. La poesía de Alberto Caeiro, el intérprete de la naturaleza.
Personificando a la naturaleza. Obra de J. Barbadilla.

La humanización de la naturaleza

Alberto Caeiro critica a los poetas místicos porque les otorgan a los elementos de la Naturaleza cualidades que son propias de los hombres, que forman parte del interior de los humanos: los sentimientos. El gran problema que plantea nuestro poeta reside en que la Naturaleza no tiene ser interior –sentimientos– si los tuviese no sería Naturaleza puesto que realmente es existencia y no es esencia –en terminología de la filosofía clásica-.

“Es preciso no saber lo que son flores y piedras y ríos

Para hablar de los sentimientos de ellos.

Hablar del alma de las piedras, de las flores, de los ríos,

es hablar de sí mismo y de sus falsos pensamientos.

Gracias a Dios que las piedras son solo piedras,

Y que los ríos no son sino ríos,

Y que las flores son solo flores.”

El poeta siempre es el mismo como el color de las flores. Las flores cambian de color como las situaciones, un color cuando están al sol y otro cuando están a la sombra, igual que sucede con el hombre: cuando es feliz mantiene una actitud muy diferente a cuando es infeliz.

“Pero soy siempre yo, volviendo sobre mis pasos

el mismo de siempre, gracias al cielo y a la tierra

y a mis ojos y oídos atentos

y a mi alma clara simplicidad de alma…”

La definición que el poeta construye de la Naturaleza es realmente el lugar donde vive, hecho que recuerda el refranero “El buey no es de donde nace es de donde pace.” El poeta vive en lo alto de un otero –desde él puede ver bien lo que le rodea–  en una casa encalada y sola.

“Mi misticismo es no querer saber,

vivir y no pensar en eso.”

Moáis, la naturaleza humanizada de Alberto Caeiro. Imagen, obra de J. Barbadilla
Moáis. La naturaleza humanizada. Obra del artísta J. Barbadilla.

Alberto Caeiro, El intérprete de la naturaleza

La misión que se arroga el poeta es la de intérprete de la Naturaleza para los que no perciben su lenguaje, porque la Naturaleza no tiene lenguaje. Esta presunta contradicción está en el origen de incomprensión de los humanos respecto a la Naturaleza, porque intentan someter a la tiranía del lenguaje a pesar de que ella no puede serlo. A pesar de ello, para que los hombres puedan llegar a entenderla, el poeta no tiene otra fórmula que no sea utilizar el lenguaje de los hombres. Así, el poeta dice que las flores sonríen y que los ríos cantan, porque es así como hace sentir a los hombres que califica como falsos la existencia real de flores y ríos.

“Porque escribo para que ellos me lean,

me sacrifico a veces a su estupidez de sentidos….

No coincido conmigo pero me absuelvo,

porque solo soy esa cosa seria, un intérprete de la Naturaleza,

porque hay hombres que no perciben su lenguaje,

porque ella no será lenguaje ninguno.”

Para el resto de la humanidad, la visión que Alberto Caeiro aporta de la Naturaleza, condiciona que estos la vean como egoísta. La esencia de esta visión reside en que la actitud de los elementos de la Naturaleza y de ella misma ante los ojos de los hombres: las flores solo se preocupan de florecer y los ríos de fluir; la propia misión de la Naturaleza consiste en existir claramente y saber hacerlo sin pensar en ello.

Este fluir constante es el causante de que ella sea también egoísta bajo el prisma de la humanidad. Un egoísmo que le hace no pensar en los hombres que sufren. A la par, esta interpretación de sus congéneres también afecta a la visión del poeta: el profeta de la Naturaleza no es un poeta social porque no baja a la calle a mezclarse con sus congéneres, y al igual que la Naturaleza en la que vive y los elementos con los comparte existencia solo tienen una preocupación: EXISTIR.

El caminante sobre el mar de Cavid Friedrich. La poesía de alberto Caeiro en Cultugrafía.
El caminante sobre el mar de nubes (1818), de David Friedrich.

La ceguera del hombre

Evidenciado que el hombre piensa cuando piensa en los elementos que la Naturaleza deja de verlos para centrarse en sus pensamientos. ¿Qué le acontece ante esta situación nueva para él? Ante esta nueva situación se entristece y se queda a oscuras, porque no comprende que para tener la Tierra y el Cielo debe dejar de pensar en ellos y limitarse a su contemplación.  En su prisma interpretativo no entiende que pensar supone dejar de ver la realidad para quedarse a oscuras; esa ceguera le impide ver lo que le rodea y lo priva de la posibilidad de existir. Ante la imposibilidad de existir sólo queda: LA MUERTE.

“Encuentro tan natural que no se piense

que me pongo a reír a veces, solo,

no sé bien de que más es de cualquier cosa                       

que tienen que ver con tener gente que piensa…”

La ceguera del hombre actual frente a la Naturaleza contrasta con la visión de los elementos que tenía el hombre primitivo. Este es para Caeiro el hombre verdadero, porque él veía nacer el sol y todavía no lo adoraba. Divinizar el sol supone una abstracción contra natura, igual que la invención de Dios también lo es. El sol existe porque es sol como el resto de los elementos de la Naturaleza son lo que son; es decir, el sol es sol en cuanto existe, divinizarlo es renombrarlo de nuevo, acción que resulta innecesaria para su existencia.

“Bendito sea el mismo sol de otras tierras

que hace mis hermanos todos los hombres

porque todos los hombres, en un momento del día, lo ven como yo”.

Hombres primitivos. Obra de J. Barbadilla
Hombres primitivos. Obra de J. Barbadilla

El sentido oculto de Alberto Caeiro

El ser humano no alcanza a comprender que el sentido oculto de los elementos de la Naturaleza es en esencia no tener ningún sentido oculto; son realmente lo que parecen ser y no hay nada que comprender. Carecen de significado porque lo que realmente los define es su existencia. Por eso, aunque resulte incompresible para el hombre urbano, su sentido oculto es ser ellos mismos.

Las sensaciones que el ser humano cree percibir son el reflejo de la existencia de los elementos presentes en la Naturaleza: el perfume, el color y el movimiento no existen. Las flores carecen de perfume y color, en el caso de las mariposas no poseen color ni movimiento. El color existe en cuanto lo tienen las mariposas en sus alas, el movimiento se percibe en el movimiento de las mariposas y el perfume existe en el perfume de la flor. Las sensaciones existen porque existen los diferentes elementos que encontramos en la Naturaleza. Por ende, la mariposa y la flor no son de un color ni tienen un perfume propio, son simplemente mariposa y flor.

El gran drama de hombre actual reside en que el ayer no sirve para nada porque al no ver, no existe, por tanto, no forma parte de la Naturaleza. El recuerdo no forma parte de la Naturaleza porque la Naturaleza de ayer no es Naturaleza, lo que fue ya no es nada, y recordar no es ver. Lo que ya ha estado no sirve para nada, por eso, al recordar el hombre cierra los ojos al presente -la realidad- y los abre al ayer, que ya no existe. 

“Antes el vuelo del ave, que pasa y no deja rastro,

que el paso del animal, que deja huella en el suelo.

El ave pasa y olvida, y así debe ser.

El animal, donde ya no está y por eso de nada sirve,

muestra que ya estuvo, y que no sirve para nada. “

La naturaleza simple. El lobo aullando. La poesía de Alberto Caeiro
Naturaleza Simple. Obra de J. Barbadilla.

Alberto Caeiro, el profeta del nuevo universo

El poeta escribe como siente a la Naturaleza convirtiéndose para sus iguales en el profeta que les anuncia un nuevo Universo. Él será el predestinado que tendrá la misión de descubrir la Naturaleza al resto de la Humanidad que, como ya hemos demostrado con anterioridad, es incapaz de entenderla. Este nuevo Universo es un cosmos de sensaciones trazadas por el propio Universo y aprehendidas por el poeta.

“Soy el Descubridor de la Naturaleza.

Soy el Argonauta de las sensaciones verdaderas.

Traigo al Universo un nuevo Universo

porque traigo al Universo a él mismo.”

Hombre contempla naturaleza. Obra de J. Barbadilla
Hombre contempla naturaleza. Obra de J. Barbadilla

En ese nuevo Universo que anuncia el poeta, la Naturaleza se caracteriza por ser parte sin un todo, esta situación está motivada porque su unidad no tiene en su esencia la uniformidad. La Naturaleza como unidad no existe, lo que realmente existe son: montes, valles, planicies, árboles, flores, hierbas, ríos y piedras; pero no existe un todo que los aglutine, a pesar de que el hombre trate de presentarlos bajo la unidad terminológica de: NATURALEZA.

“La Naturaleza es parte sin un todo.

Esto es tal vez el misterio del que hablan.”

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