La estatua de Leopoldo Panero tapada antes de su inauguración.
Estatua de Leopoldo Panero antes de su inauguración.

El desencanto. Poetas malditos, malditos poetas | Documental

Me resulta complicado, por no decir casi imposible, encuadrar El desencanto (1976), esta atemporal e imperecedera obra en ninguno de los parámetros cinematográficos convencionales. Su innegable poder hipnótico hace que nos deslicemos sutilmente entre las personas y sus circunstancias, resultando en que lo trágico nos hace en ocasiones esbozar una sonrisa, y lo cómico infunde desazón y pena. Este exorcismo familiar, esta regurgitación de recuerdos de la infancia, convierte este legado cultural del cine documental español en único, donde la ausencia de la figura paterna (nunca una ausencia estuvo tan presente, casi transformándose en un personaje palpable) subyace como punto de inicio en la partida de ajedrez en la que se convierte la búsqueda de su lugar dentro de la familia de los miembros que la conforman.

Cartel de EL DESENCANTO. Película documental sobre la familia Panero tras la muerte del padre, el poeta Leopoldo Panero.

El desencanto. Génesis

La génesis del documental fue la realización de un cortometraje centrado en el homenaje a Leopoldo Panero y la inauguración de su estatua en Astorga, doce años y un día después de su muerte. En él debían aparecer su mujer e hijos relatando el fallecimiento del denominado “poeta oficial del franquismo”. Las reticencias de Juan Luis y principalmente de Leopoldo María a aparecer en el corto, contrastaban con el deseo de Michi y Felicidad de que este cobrara vida. De hecho, según narra el propio director Jaime Chávarri, fue su encuentro con Felicidad y el magnetismo que esta emanaba lo que acabó de convencerle para llevar a cabo el proyecto. Solo cinco personas fueron necesarias (así consta en los títulos de crédito) para producir este experimento, que navegando en las recién descubiertas aguas de la transición española, jugueteaba como un niño curioseando los límites de lo hasta entonces prohibido. Por su extrañeza y valentía, por la coexistencia de la brillantez y la decadencia sin olvidar el quebradizo enclave socio-temporal, podemos considerar a El Desencanto como una joya de culto de nuestro cine, que acaparó todas las miradas de la época y cuya vigencia es incuestionable. Todas las dudas que pudiesen existir en torno a la materialización de este proyecto se disiparon una vez se encendieron las cámaras. Llegados a este punto la cinta toma vida propia, pareciendo elegir ella misma su metraje, zigzagueando entre la incontestable inteligencia de los personajes y la maestría de su verbo.

La sombra tras el telón del poeta español

Es difícil no caer rendido ante el dominio escénico de Felicidad Blanc. Niña adinerada acostumbrada a pasear por La Castellana, esquiar en la sierra y en general a lo mullido de su clase, nos cautiva en su madurez con una irreductible elegancia y controlada pose. Personaje con infinitas capas que solo muestra lo que quiere mostrar. Durante El desencanto, nos hace vacilar entre si fue Leopoldo (padre) o sus versos ante quien cayó rendida. En ella se aprecian unas superlativas dotes para la oratoria, notoriamente visibles a lo largo de la película. Bajo ese halo en cierta manera elitista y literaturizado, entrelaza el humor y el cinismo en ocasiones tan característicos de la vida cultural española. Esto queda patente en el episodio donde Michi describe cómo lanza una caja llena de cachorros de perro al río (y por consiguiente a una muerte segura) y desprendida de cualquier protocolo vacío le dice a sus hijos: “pensaba que el rato antes de matarlos iban más a gusto con la caja llena de agujeritos”.

Felicidad. Fotograma de el documental español El desencanto, dirigido por Jaime Chávarri.
Felicidad Blanc.

Posicionada como una sombra tras el telón que suponía su marido Leopoldo Panero -poeta oficial del régimen franquista- cobra relevancia en el seno familiar tras la muerte de éste, adueñándose de un lugar preponderante pese a ser en muchas ocasiones el blanco de los reproches de sus hijos, que encaja con la más deliciosa naturalidad.

La pose (de quien pudo ser y no fue)

Preocupado por calzar los zapatos del patriarca desaparecido, cosa que en ningún momento consuma, Juan Luís Panero, el hermano mayor, aparece como un personaje tragicómico. Destila una opacidad quizás derivada de su contextualizado fracaso, ya que bajo los focos que le otorgaron su apellido, nunca fue capaz de alcanzar las cotas que se había autoexigido. Se muestra como una víctima lastrada por quien pudo ser y no fue. La persona es engullida por un personaje sobreactuado, que manosea el ridículo en varias ocasiones. Irradia un pesimismo estoico, probablemente cimentado en el hecho de que Leopoldo María Panero -el mediano-, se convirtiera en el poeta más relevante de la familia, cosa que propició el distanciamiento entre ambos hermanos.  Como no podía ser de otra manera, su elocuencia es remarcable. Lo extraño hubiera sido lo contrario dada la sangre que corría por sus venas. Infatigable viajero, se codeó con las plumas más notables de la época en sus periplos por Sudamérica, incluyendo a Borges, Octavio Paz y Juan Rulfo entre otros. Su obra, como parte de la poesía española, es digna de mención, en especial los poemarios “Antes que llegue la noche (1985)” y “Galería de fantasmas (1988)”. Alguna de sus apariciones recitando material propio -como la que camina calle abajo con rictus impertérrito y atuendo digno de un secundario de la película de cine negro El tercer hombre (1949)-, son forzadas y rozan el absurdo.

Juan Luís Panero conversando con Michi. Análisis, resumen, reseña del documental sobre los poetas españoles El desencanto.
Juan Luís Panero conversando con Michi.

Las máscaras de la familia Panero

En su caso, si nos planteáramos la dicotomía de si un poeta nace o se hace, optaríamos por la primera. Leopoldo María, hijo mediano, mostró sus credenciales literarias desde la más tierna infancia. El carácter lúgubre de sus primeros versos, “Y los libros hablaban y hablaban pero Dios iba diciendo: pronto se acabará el mundo”, fueron causa de preocupación por parte de sus progenitores, que optaron por ignorar en lugar de potenciar su afición a la escritura. Sobre su infancia se destapa con comentarios tales como “El colegio es una institución penal en la que lo que se enseña es a olvidar la infancia”. Me permitiréis la inclusión de algunas de sus citas más relevantes en este artículo ya que en mi opinión, no hay mejor radiografía que la hecha basada en la literalidad de sus palabras.

Leopoldo María Panero. Poeta e intelectual, hijo de Leopoldo Panero, el poeta del franquismo.
Leopoldo María Panero.

Su aparición en los jardines del Instituto Italiano cambió por completo la melodía de la película, abriendo la caja de pandora con una lucidez extrema y un claro afán disruptivo, revelando la verdad sobre lo que hay bajo las máscaras de los miembros de su familia. Hasta entonces los personajes mostraban solo su lado fotogénico; Leopoldo María estaba más afanado en conducir una operación a corazón abierto donde las vísceras quedaran expuestas de manera manifiesta. Culpa a su familia de considerarle el chivo expiatorio y de haberle convertido en lo que más detestaban de ellos mismos. Le recrimina a su madre una llamada telefónica en la que le dice a su tío tras un malogrado intento de suicidio: “Lo peor no es que se haya suicidado, lo peor es que se droga”. La complejidad de su persona: misántropo, inadaptado, sus experiencias en la cárcel (de las que dice ser el lugar donde más se ha divertido), su peregrinaje por numerosas instituciones para enfermos mentales, la excelencia de su obra literaria y sobre todo su abrumadora inteligencia; lo convierten en el punto focal de la cinta. Alguien de quien no puedes apartar la mirada, alguien que te atrapa por completo por su excelsitud y crudeza.

La encantadora esquizofrenia: «El desencanto me ha venido impuesto»

Fue Michi Panero, el menor de los hermanos, con quien contactó el productor Elías Querejeta para poner sobre la mesa la posibilidad de llevar a cabo la película documental. Se presenta como una persona seductora y afable, dentro del marco culto y refinado que proyecta toda la familia. Sin duda es el personaje con quien más empatiza el espectador. Detalla en primera persona cómo tras varios intentos fallidos de estudiar filosofía, ciencias políticas y cine, trabajó un corto espacio de tiempo en el Instituto de Cooperación Iberoamericana.

Felicidad Blanc y Michi Panero. Película documental El desencanto.
Felicidad Blanc y Michi Panero.

Bohemio por naturaleza, vivió los últimos coletazos de la movida madrileña. Compañero de juegos de Leopoldo María durante su infancia, fue quizás quien más cerca estuvo de él. “La esquizofrenia es una cosa preciosa. Michi es esquizo y por eso es un ser encantador”, expresaba Leopoldo María sobre su hermano. Durante parte del rodaje parece asumir el rol de entrevistador, sobre todo con su madre, derivando esto en los momentos más distendidos y cercanos a la convencionalidad de toda la cinta. Transmite cierta pesadumbre nostálgica cuando relata cómo la familia Panero ha ido vendiendo sus propiedades y demás cosas de valor, incluyendo la colección de primeras ediciones firmadas, debido a los problemas económicos surgidos tras la muerte del padre. Una frase suya define a la perfección la atmósfera general de la película:

“El desencanto me ha venido impuesto, yo como en todo he sido un mero espectador.”

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